Desde hace un tiempo, y tras muchos experimentos que acabaron en divorcios y asesinatos premeditados, la humanidad asumió que para la convivencia era un requisito indispensable tener dos televisores: uno en el salón y otro en el dormitorio.
Una vez asumido el pacto, se pudo comprobar que la parte que se había comprometido a usar el salón empezaba a mostrar signos de no estar conforme con su situación, hasta que una fatídica noche asomó la cabeza por la puerta del dormitorio, se arrastró en la penumbra para intentar pasar desapercibida, dejó ver sus zarpas agarrándose al colchón, se subió a la cama con un salto felino y cambió de canal. Tras un segundo de silencio, un rayo cayó en el jardín e iluminó su cara cuando dijo "dale voz, que no me vibra el pecho".
El Dormitorio sin Conflictos es una propuesta para evitar esas situaciones. Ahora se necesitan dos televisores en el dormitorio y una cama de posiciones encontradas. Aunque no aparezcan en la imagen, por lo menos una de las partes deberá llevar auriculares para evitar el caos sonoro de la habitación. Esto no asegura la paz en la pareja, como tampoco lo hace el póster de una ciudad que hay en la ventana, pero uno puede ver venir los problemas según el grado de inclinación que su pareja haya elegido para ver la televisión: si no permite que le veas la cara es que o no quiere hablar contigo o se está masturbando. En cualquiera de los casos, hay crisis.
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