sábado, 31 de mayo de 2014

DICEN QUE DIJERON QUE ANDAN DICIENDO QUE… Por Margarito López Ramírez

MARGARITO LÓPEZ RAMÍREZ
 … Juan Chomolco Tlalmanalco, habitante de una comunidad asentada en la Región de la Montaña, repentinamente llamó a Nepomuceno, su único  hijo varón, joven de piel renegrida, pelos hirsutos, hablar cuatropeado y cuerpo enclenque;  y tras decirle que lo heredaría en vida con la condición de que “mejorara el raza”, lo bendijo e indujo a recorrer los caminos.
Llevando a cuestas su cuantiosa fortuna, el muchacho se abocó a lo suyo: empezó por cambiarse el nombre; decidió llamarse Rafai, y se apellidaría  Armendariz Solano; no calzaría huaraches de correa; tampoco vestiría calzón y cotón; abandonaría la costumbre de cubrirse la cabeza con un sombrero  hecho de sollate; y cambiaría su gabán por chamarra de fina hechura.
Llevando en la mente las palabras pronunciadas por su padre, anduvo de pueblo en pueblo buscando lo que consideraba que lo llevaría a cumplir la encomienda recibida. Y he aquí que en el seno de una familia pobrísima, encontró a una hermosa mujer que, más que prendarse de su apariencia física camuflada bajo ropajes finos, avizoró en él la oportunidad para abandonar  la vida penosa que llevaba en su terruño alejado de la voluntad de dios.
Afirman, quienes atestiguaron el hecho, que unas cuantas palabras y cuantioso caudal, fueron suficientes para que Rafael Armendariz Solano contrajera matrimonio con la joven hermosa: poseída de altura considerable y cuerpo bien formado; piel blanca, manos y pies de fina tersura; ojos de color azul luminoso y cabellera sedosa.
Ha transcurrido el tiempo, y no obstante que resalta la fealdad física de Rafael al lado de sus seis hijas que son casi idénticas a su madre la señora Carmela Páez de Armendáriz, don Juan y su esposa doña Romanita, al escuchar que la gente elogia la belleza de sus nietas, a voz en cuello dicen: “cuando el toro es fino, aunque la vaquilla sea malanca y fellona, ¡Mejora el raza!”.

Y entonces la gente musita y trae a cuanto lo expresado por Mamá cuervo”; quien,  para que la zorra cazadora no devorara a sus crías, afirmó que sus cuervitos eran los más hermosos polluelos que había en los nidales de la comarca.

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