domingo, 15 de junio de 2014

Entresemana Credibilidad Moisés Sánchez Limón

¿Por qué el PRD en el Congreso de la Unión se radicaliza frente a ciertos temas de carácter patriotero? ¿Le creemos al hoy petista Manuel Bartlett Díaz su postura irreductible en las leyes secundarias de la reforma energética? ¿No convence Ricardo Monreal Ávila desde la trinchera de Movimiento Ciudadano?
Sin duda, asumirse críticos y analíticos en las leyes reglamentarias, es elemental en la discusión legislativa, en comisiones.
También es elemental que las partes negociadoras de reformas y adiciones legales lleven consigo el bagaje de sustento, elementos y fundamentos reales no sólo la dialéctica que borda en la teoría política y salpica conceptos de contenido legal.
En las maratónicas sesiones, tanto en comisiones como en el pleno camaral, cuando se discuten los dictámenes, suben a la tribuna dos tipos de legisladores, los que son buenos o malos oradores y los que son sencillamente tribunos.
En el caso del tribuno, se supone que es un político con dotes de elocuente palabra que defiende, con argumentos sólidos los derechos de quienes representa, es decir, del pueblo que lo eligió.
Y respecto del orador, se constriñe a quien habla en público y tiene facilidad de palabra tal que entraña un poder de convencimiento necesario para sumar a su causa, o del partido que representa en torno de alguna ley, incluso por más impopular que parezca.
Bajo estas referencias, ¿cuántos mexicanos creen a pie juntillas en el discurso de la izquierda, de diputados como Silvano Aureoles Conejo y Alejandro Sánchez Camacho,  o Ricardo Monreal Ávila y su tocayo de Movimiento Ciudadano Ricardo Mejía Berdeja?
O cuántos ciudadanos están convencidos de los argumentos del senador Emilio Gamboa Patrón o, incluso, que avalen posturas francamente panegiristas del senador David Penchyna Grub, respecto de la reforma energética.
Son los de la energética, pues, y de telecomunicaciones junto con la financiera, las tres grandes reformas que han polarizado a las tres principales fuerzas políticas representadas en el Congreso de la Unión, cuando la administración de Enrique Peña Nieto ha llegado al año y medio del sexenio. Las reformas educativa y laboral, ha transitado la parte accidentada de los acuerdos y los consensos, mientras la reforma política avanza para concretarse en los próximos días, ante la urgencia del calendario electoral.
El problema es de credibilidad y su consecuente polarización social. Si las discusiones fuesen abiertas y las partes en conflicto distribuyeran información al ciudadano común, respecto de sus argumentos en pro y en contra de determinado dictamen, no se polarizarían tanto las posturas ni serían, éstas, bandera electoral como ha comenzado a cobrar fuerza la bandería patriotera que considera a la reforma energética como la venta de México y sus riquezas del subsuelo.
Contra esta corriente, que atrae votos porque mueve el chauvinismo que todos traemos dentro, el esfuerzo oficialista no logra ir más allá de la elemental explicación que permea entre los ciudadanos de todos los estratos sociales, porque gana la vieja consigna popular que acusa al PRI como partido del gobierno que acabará por vender a México al capital extranjero.
Las acusaciones de senadores de oposición, suelen ser de tal enjundia y con cifras que parecieran reales y absolutas o previsiones del peor panorama de miseria en México, que hasta los más preparados políticamente se tragarían la versión.
Pero el problema que tienen los legisladores, del que no podrán despojarse por más negativas o positivas que sean las reformas que aprueben, y que desde hace décadas pesa en su contra y hasta genera penas ajenas, es el de la Credibilidad.
Veamos, en el llamado Informe país sobre la calidad de la ciudadanía en México, elaborado por el IFE con apoyo del Colegio de México, una especie de status de la sociedad mexicana frente a la democracia, solo 27 por ciento de los encuestados declaró confiar en la mayoría de la gente.
Y, pese a todo, el Ejército está en el nivel más alto de credibilidad. Pero, diputados, partidos políticos, policías y jueces, están en el nivel más bajo. En suma, los mexicanos tenemos poca participación política pero sí un alto grado de desconfianza hacia los demás, incluso nuestros vecinos y las autoridades.
Hay un severo problema de credibilidad y desconfianza en el sistema político, económico y social mexicano; baja participación política y en organizaciones ciudadanas, pero mucha terquedad en mantenernos sujetos a lo que vox populi repite y ciertos líderes de opinión vomitan, verdades o mentiras a medias porque les pagan para eso. ¿Reformas estructurales de alto beneficio para México? Es posible, pero por de pronto los contras y ultras de siempre han sembrado dudas con semillas de corta vida útil. ¿Les creemos? Digo.
LUNES. El secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, acompañará hoy al presidente  Enrique Peña Nieto en su gira por Jalisco. Ahí se hará la develación simbólica de la placa inaugural de la Carretera Santa Rosa – Ocotlán.
Es frecuente ver, en las giras presidenciales, a Ruiz Esparza. Y es que muchos de los compromisos del Ejecutivo federal se refieren a la construcción o modernización de carreteras, caminos alimentadores, libramientos, puentes y obras de infraestructura, pensadas para mejorar la conectividad y la calidad de vida de la gente.
Bueno, hay que recordar que la Cámara de Diputados aprobó un presupuesto histórico para la Secretaría de Comunicaciones y Transportes en el PEF 2014, por 118 mil millones de pesos, que representa casi 40 por ciento más del ejercicio anterior. Por eso, desde de diciembre pasado, y de acuerdo a las indicaciones presidenciales, la SCT se adelantó a licitar obras por un equivalente a 21 mil 800 millones de pesos. Conste.
@msanchezlimon

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