domingo, 29 de noviembre de 2015

EPÍSTOLAS SURIANAS (Carta a Don Héctor) De Julio Ayala Carlos

AL FINAL, PARA BIEN de los tixtlecos, la elección extraordinaria que este domingo se llevó a cabo en ese municipio, se realizó en calma, solo perturbada por seudo observadores electorales, algunos venidos de la capital del país, quienes creen que nos vienen a enseñar. Por lo demás, ni siquiera los cetegistas más radicales, asesorados por algunos de Tlachinollan, se atrevieron a boicotear la jornada electoral como lo hicieron el 7 de junio pasado.

Y qué bueno que así haya ocurrido, porque al realizarse las elecciones en paz, los tixtlecos eligieron libremente a quienes serán sus autoridades, a las que ya en el cargo podrán exigirle que atiende y resuelva sus demandas, y por supuesto, que cumpla sus compromisos de campaña, pues el Concejo Municipal que actualmente existe en Tixtla, por más y que esté integrado de manera plural, no los representa, en razón de que no fue elegido por ellos.

Sí. Qué bueno que los tixtlecos salieron a votar, con todo y que el ambiente de inseguridad y violencia se incrementó con la muerte de cuatro policías comunitarios, culpando de ello al gobierno del estado, como si éste también tenga la obligación de cuidarlos, pues entonces qué clase de policías son que ni siquiera pueden cuidarse ellos mismos?

Y eso de que la ejecución de los cuatro comunitarios es una acción de “contra insurgencia”, como la que se aplicó en Colombia, ciertamente es una soberana jalada, producto de quienes se quedaron en el pasado, y de  tanto fumar marihuana. Carajo!

Claro. Cada quien puede vivir como quiera, y fumarse toda la marihuana que le plazca, con todo y que aún está prohibido su uso. Sin embargo creo que nadie tiene derecho a perturbar la frágil paz pública que aún tenemos, nada más por sentirse guerrilleritos de papel Pipsa, o por acusar nada más porque sí, con el fin de saciar apetitos perversos.

EN OTRO ASUNTO, más allá de que eres el mero mero, sé que es tu amigo, y de doble raya, el rector de la UAGro, Javier Saldaña Almazán, quien dicho sea de paso está poniendo su mejor esfuerzo a fin de colocar a nuestra máxima casa de estudios dentro de las mejores del país, no sólo en cuanto a nivel académico e investigación, sino también en el manejo del presupuesto y prácticas administrativas.

El caso es que mientras Saldaña Almazán hace una cosa, su gente hace otra. Y es que resulta que la semana pasada ocurrió un hecho por demás reprobable, a consecuencia de una agria discusión en la Dirección de Adquisiciones  de la UAGro, cuando la encargada del área, Iolinda Mendoza Salado, prácticamente corrió a cinco proveedores y tres personas más que solicitaban información para participar en las próximas licitaciones de la máxima casa de estudios del estado.

El acto bochornoso fue denunciado por los propios afectados, que dijeron que no es la primera vez que la tal Mendoza Salado, actúa con aires de perdona vidas y prepotencia, quien lejos de conducirse con respeto, no acata las instrucciones que le gira el rector Javier Saldaña, argumentando que ella como encargada es quien determina la política de asignación de las licitaciones.

Por supuesto que este tipo de actitudes en nada le ayuda a la imagen de la UAGro, pese a los esfuerzos que también realiza la mayoría de los universitarios, ya que hay denuncias de que la funcionaria en cuestión favorece con las compras que hace la Universidad a ciertos proveedores y amigos, a quienes da trato preferencial.

Jajá. No nos extrañaría que al rato Mendoza Salado nos saliera con que es toda una empresaria, y sea quien le surta todo lo que compra la UAGro, como por cierto ocurre con no pocos presidentes municipales, diputados y secretarios de despacho del gobierno estatal, quienes después de no tener en qué caerse muertos, son prominentes proveedores, constructores y hasta banqueros.

Así que aprovecho esta vía para que el rector Javier Saldaña Almazán se dé cuenta de lo que están haciendo los que supongo son sus hombres de confianza, claro, sin su conocimiento. Digo, para que le amarre las manos.

POR ÚLTIMO. Lo de Ambrocio Soto Duarte, alcalde Pungabarato, más conocido como Ciudad Altamirano, no es más que una jalada su presunta renuncia al cargo de presidente municipal, primero porque los cargos de elección popular son irrenunciables, y segundo, porque en vez de ponerla consideración del Congreso, lo hizo ante la dirigencia nacional de su partido, el PRD, cuando debió presentar su licencia, de ser cierto lo que dice, ante el Poder Legislativo, y por supuesto, ante los habitantes del municipio que, dicen, mal gobierna.


Comentarios. Julio651220@hotmail.com

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